jueves, 7 de mayo de 2009

Año 1643 - La Virgen y el Obispo Palafox.

Este documento no trata de dar establecer una cronologia sino mas bien narra un hecho concreto de la Virgen de Cosamaloapan, ocurrido en 1643.


García, Gerardo.
Documentos ineditos o muy raros para la historia de Mexico.
Tomo VII. Don Juan de Palafox y Mendoza.
Mexico. Librería de la Vda. De Ch. Bouret. 1906.




Pp. 154-159



VI
Declaración rendida por el Lic. Pedro Fernández, escribano público, de cómo oyó un coloquio ente el Ilmo. Sr. Obispo de la Puebla y la Virgen Santísima de la Limpia concepción, … (1).

(1) Obras del Ilustrisímo, Excelentisímo, y Venerable Siervo de Dios don Juan de Palafoz y Mendoza. Madrid. 1761. Tomo XIII, págs. 355-59



Por los años de 1643, á los quince ó diez y seis días del mes de junio, (según afirma el testimonio que se remitió a de las Indias de este suceso), habiendo traído á la Iglesia Catedral de la Puebla de los Angeles, con ocasión de una rogativa, á la devotísima y milagrosa imagen de Nuestra Señora del Pueblo de Cosamaloapa, y celebrando un solemnísimo novenario, (debió de ser por algunas necesidades particulares de aquella Provincia), como á las nueve horas, poco más o menos, de la noche, el Licenciado Pedro Fernándes Terán, que es el declarante, entró en la iglesia á aderezar las lámparas y prevenirlas de aceite, por ser este su ministerio, y depone lo que vió, ante Francisco Gauna, Escribano Público, y los testigos que se hallaron presentes, por estas palabras:

“Que habiendo ido en compañía del Licenciado José de Montenegro, presbítero, y de Cristóbal de Córdoba, mulato, su esclavo, á la iglesia que entonces servía de Catedral en esta ciudad, que hoy es Parroquia de los curas de ella, á prevenir el aceite á las lámparas del Santisimo Sacramento y de Nuestra señora de la Limpia Concepción, para que alumbrasen de noche, por ser á su cuidado el hacerlo, como quien ejercía el oficio de mayordomo de sus cofradías; abriendo el postigo de una de las puertas de dicha iglesia, con la llave que tenía para semejantes ocasiones, como tal mayordomo, á poco pasos como anduvieron, oyó este declarante hablar en un tono suave y deleitoso hacía el altar mayor; y la curiosidad de saber lo que fuere, le obligó á llegarse secretamente con sus compañeros donde pudiesen reconocerlo sin que fuesen vistos, y llegando á poco menos de veinte pasos del dicho altar, vieron que en toda la iglesia no había otra persona que la que así estaba hablando, que era el Ilustrísimo y Excelentisimo señor don Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de este Obispado de los Angeles, que puesto de rodillas en su sitial, estaba orando tiernamente ante la imagen de Nuestra Señora del pueblo de Cosamaluapa, que á la sasón se hallaba en dicha iglesia haciéndosele novenario, por las noticias que se tenían de las muchas maravillas que Dios Nuestro Señor obraba mediante aquella imagen de su Madre y Virgen Santísima de la advocación de la Limpia Concepción, que estaba vestida con su falla y manto; que le parece fué el quinto día de Novenario. Y habiendo estado gran rato mirando lo referido, se apartó de este declarante el dicho Licenciado José de Montenegro, diciéndole que él se iba á otra parte donde de más cerca viese y oyese al dicho señor Excelentísimo Obispo. Y quedándose allí este declarante con el dicho su esclavo, vió que el dicho señor Excelentísimo Obispo se levantó de su sitial y se llegó al dicho altar mayor, donde estaba colocada la dicha imagen sobre una peana de altor de poco más de una vara, y, estando en pie, comensó el dicho señor Excelentísimo Obispo á hacer muchos actos de humildad y reverencia; y en este tiempo vió este declarante distintamente que de las manos de la dicha imagen descendió á las del dicho Señor Excelentísimo Obispo una luz en forma de fuego, del tamaño del que parece en el cielo una de sus estrellas, nombradas planetas, á la que luego se siguió que dicho señor Excelentísimo Obispo, retirándose del dicho altar como cuatro pasos, se postró de pecho en el suelo. Y estando de esta manera, volvió a donde declarante y su esclavo estaban, el dicho Licenciado José de Montenegro, y les preguntó si habían visto lo referido, y diciéndole que sí, quedaron todos admirados del caso sucedido, y aguardaron á ver en qué paraban aquellos rendimientos y acciones de humildad y agradecimiento que estaba haciendo dicho señor Excelentísimo Obispo, y vieron que más de un cuarto de hora estuvo de aquella manera.
Y habiéndose levantado, se llegó otra vez al altar donde estaba la dicha imagen, y por un rato de rodillas hizo oración, con acciones de agradecimiento y rendimiento, teniendo el rostro resplandeciente en gran manera, y luego se levantó, y se salió de la Iglesia; con cuya ocasión llegaron este declarante y sus compañeros al sitial del dicho señor Ilustrísimo y Excelentísimo Obispo, y hallaron junto á él, en el suelo, su bonete, guantes, rosario y camándula, todo pendiente de un fiador de capa. Y á poco rato de cómo así se fue el dicho señor Excelentísimo Obispo, vino á dicha iglesia á buscar el bonete y lo demás referido, don Martín de Francia, criado suyo, y lo llevó. Y este declarante, su compañero y el dicho esclavo, habiendo prevenido las dichas lámparas de aceite, se fueron á sus casas, no acabando de admirar lo que queda referido. Y aunque al día siguiente supo este declarante que el dicho Licenciado José de Montenegro dio noticia de lo que queda declarado á algunos amigos suyos y en particular, al Licenciado Juan de Herrera, presbítero, uno de los capellanes de número del coro de esta santa iglesia Catedral, y á Ignacio de Vega, médico al presente en la ciudad de México, y á José Pérez de Ondarra, vecino de esta ciudad; por haber ya fallecido el dicho Licenciado José de Montenegro, sin haber hecho declaración en forma jurídica, le ha parecido conveniente el hacerla á este declarante antes que se muera, por las causas, etc….

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